Por Psicólogo Jose Manuel Garrido
Esto es algo que sabemos los psicólogos desde siempre y que sin embargo decimos muy pocas veces, al menos no tantas veces como tendríamos que haberlo dicho para que se nos tome en consideración.
Lo que parece empezar a cambiar en este asunto, y creo que es buena idea aprovechar ese impulso, es que también los psiquiatras comienzan a percatarse de esta realidad, e incluso lo manifiestan públicamente. ¿Sorprendidos? También a mí me costó creerlo aun cuando lo estaba viendo con mis propios ojos.
En una nota de prensa publicada en la sección de Salud de Europa Press y titulada “La prescripción de ansiolíticos para tratar la ansiedad es un error frecuente” (recomiendo su lectura), el vicepresidente de la Asociación Española de Psiquiatría Privada (Asepp) hace afirmaciones como ésta:
“Emplear ansiolíticos en el tratamiento de la ansiedad es un error que comenten con cierta frecuencia los médicos de Atención Primaria”, y va más allá diciendo “Este medicamento no debe administrarse de forma continuada, ya que su indicación es para las crisis de angustia”.
Sin valorar la intencionalidad de estas afirmaciones, compartiréis conmigo que tienen su importancia, viniendo de donde vienen, y sobre todo ante la evidencia de que, al menos en el Sistema Público de Salud español, recetar ansióliticos para tratar la ansiedad es algo bastante más que frecuente, y no sólo en los servicios de Atención Primaria, sino también por parte de los propios especialistas (psiquiatras generalmente).
Mi experiencia con la ansiedad
Me gustaría ilustrar este artículo con mi propia experiencia como psicólogo clínico ejerciente en el sector privado en España.
No exagero en absoluto si digo que más de la mitad de los pacientes que veo cada día en consulta presenta algún problema relacionado con la ansiedad, ya sea como parte de su propia demanda o de forma “colateral”.
Tampoco exagero si afirmo que el 90% de estos pacientes acuden a mi consulta con un tratamiento farmacológico prescrito por su médico de cabecera, y que consiste generalmente en un ansiolítico (Diazepam, Lorazepam, Alprazolam…) y un antidepresivo (Paroxetina, Fluoxetina, Citalopran…).
La prescripción o no del antidepresivo depende generalmente de si, en el relato de los síntomas ante su médico, el paciente menciona o no palabras como “tristeza” o “desgana”. (No estoy exagerando tampoco en esto, he hecho alguna prueba al respecto con mis propios pacientes).
Pero aún hay dos realidades que empeoran si cabe este triste panorama. La primera es que, cuando el paciente viene derivado del especialista (psiquiatra), el tratamiento prescrito suele ser exactamente el mismo. La segunda es que, los pacientes que no llegan medicados a mi consulta (ese 10% que restaba), es porque antes no acudieron a su médico.
Profundizando en el asunto
Voy a seguir ilustrando el artículo con algunas opiniones y publicaciones que justifican en cierto modo los signos de exclamación utilizados en el título de este post, y que refuerzan por otra parte la pequeña voz de un psicólogo privado en una pequeña ciudad de España.
En febrero de 2012, la OCU (Organización de Consumidores y Usuarios) publicó en su revista número 100 un revelador informe titulado “Menos fármacos y más psicoterapia”, que apareció en prensa con titulares como éste: “Tras realizar un amplio estudio sobre salud mental, la OCU pide que la psicoterapia sea el tratamiento prioritario para los pacientes diagnosticados con ansiedad y depresión menor, reservando la medicación solo para los casos en que ha demostrado su utilidad”.
En este informe se recogen opiniones de pacientes, médicos de atención primaria y especialistas, y todos ellos llegan a la misma conclusión: los antidepresivos y tranquilizantes se prescriben en demasiados ocasiones, a pesar de que el tratamiento de elección para la ansiedad y la depresión debe ser la psicoterapia.
Por su parte, el Consejo General de Psicología de España, publicó también en febrero de 2012 el artículo “La tendencia a recetar fármacos para la ansiedad y la depresión cuestiona gravemente la calidad asistencial que se presta en nuestro Sistema Sanitario” en el que se recogen algunas evidencias científicas al respecto de los tratamientos considerados eficaces para la ansiedad y la depresión, con afirmaciones como la siguiente:
“La tendencia a recetar fármacos de manera abusiva cuestiona gravemente la calidad asistencial que se ofrece a los ciudadanos, así como los intereses de la industria farmacéutica en perpetuar estos modelos de actuación en salud mental”.
Conclusión
Que la ansiedad no se cura con pastillas parece ser una evidencia científica que no deja lugar a dudas. Sin embargo, no es posible mostrar la evidencia a quién no quiere verla, y parece igualmente claro que aquellos que pueden tomar medidas al respecto siguen manteniendo los ojos cerrados.
No obstante considero necesario que todos los que nos dedicamos a la salud mental, desde la posición que sea, sigamos manifestando públicamente nuestra opinión, incluso enmarcándola entres signos de exclamación si es necesario, hasta que alguien se digne a tomar medidas. Al fin y al cabo estamos hablando de salud, y eso nos importa a todos.
Me parece acertado terminar esta reflexión con una nueva cita al artículo antes mencionado que a modo de conclusión es contundente:
“Por todo esto, podría ser útil que nuestras autoridades reflexionaran acerca de qué intereses están condicionando que no se provea a la población con los mejores tratamientos posibles, según demuestra la evidencia científica, siendo que, además, resultan ser los más económicos y los que más propician la reducción del gasto sanitario y social(incapacidad laboral) a medio y largo plazo. ¿Tiene sentido que sigamos apostando por terapias menos eficientes en un sistema público que requiere cada vez más del uso de la mayor racionalidad económica para garantizar su sostenibilidad?”.
A tener en cuenta
“Antonio Cano Vindel, líder del ensayo clínico PsicAP (Psicología en Atención Primaria), asegura que la intervención psicológica es tres veces más eficaz que el tratamiento habitual. Además, ahorraría costes.”
“Le damos un tratamiento sintomático. Es como tener el dedo metido en la rendija de la puerta y como única solución tomar un analgésico, pero sin sacar el dedo. A la semana que viene están de nuevo en la consulta y el problema no se resuelve nunca”.
“La incorporación de los psicólogos a AP es condición indispensable para transformar un sistema sanitario diseñado para atender demandas de salud de hace 40 años”.
“Sólo en los casos más graves se recomienda el uso de medicación, y siempre en combinación con tratamiento psicológico, e informando al paciente sobre los objetivos terapéuticos, la duración del tratamiento farmacológico, los posibles efectos secundarios y los riesgos que supone”.
“Diferentes informes advierten de la necesidad de intervenir de la manera más eficaz sobre la elevada incidencia de trastornos mentales comunes, recomendando la intervención psicológica (por su mejor relación coste/beneficio) frente a la prescripción de fármacos”.
“Se mire por dónde se mire, tenemos un problema. Las consultas rebosan de casos de ansiedad y depresión. Pero hay que replantearse los tratamientos, porque casi todos están arrinconados por los fármacos”.
“Los antidepresivos y tranquilizantes se prescriben en demasiados ocasiones, a pesar de que el tratamiento de elección para la ansiedad y la depresión debe ser la psicoterapia”.
Fuente: Jose Manuel Garrido
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